Hablamos de ello a menudo, pero mucha gente desconoce qué es un seguro de vida exactamente y para qué sirve.
El nombre de «seguro de vida» ya es de por sí confuso. ¡Ojalá alguien pudiera asegurar nuestra vida! En realidad, el seguro de vida debería llamarse seguro de muerte, pero no vendería igual. Así que lo llaman seguro de vida, que queda muchísimo mejor.
Todo el mundo sabe para qué sirve el seguro de su coche y a nadie se le ocurriría prescindir de él. Por un lado, porque es obligatorio contratarlo, claro; pero, por otro, porque ninguna persona desea arriesgarse a tener un accidente y verse en la ruina en el caso de que haya que hacer frente no ya a reparar la carrocería del vehículo propio o el ajeno, sino, lo que sería muchísimo más grave y costoso, a indemnizar a otro usuario de la vía pública al que causara daños físicos, incapacidad, invalidez.
En cambio, la gente circula durante su existencia sin ningún seguro de vida, porque no es obligatorio, por irresponsabilidad, por desconocimiento…
Un seguro de vida es la mejor forma de vivir tranquilos
Puede que nuestra familia, nuestros hijos, nuestra pareja no necesiten de nuestros ingresos para seguir viviendo con el mismo nivel de vida si nosotros faltamos, pero no es lo habitual. Lo normal es que, cuando alguien fallece, ocasione no solo un disgusto en las personas de alrededor, sino un roto tremendo en la economía familiar.
Esto suele ser así incluso en el caso de que el miembro de la unidad familiar fallecido no aportara un sueldo, pero sí cuidados a los hijos, a las personas dependientes o realizara el trabajo doméstico. Si esa persona faltara, ¿podríamos contratar a alguien que hiciera su trabajo de 24 horas al servicio de los demás?
¿O podría tu pareja hacer frente a los pagos mensuales si tú y tus ingresos desaparecierais? ¿Podrían tus hijos seguir estudiando o viviendo en la misma casa? ¿Los que se quedan tendrían solvencia para pagar los costes de entierro, los impuestos de sucesiones, los plazos pendientes…?
Hay gente que sabe que si él o ella faltaran, los suyos quedarían desamparados. Y así todo no hacen nada, cuando podrían evitarlo muy fácilmente, por muy poco dinero. De verdad. Los seguros de vida son muy baratos. Y esto es así por la sencilla razón de que es infinitamente más probable que te des un golpe con el coche a que mueras. Su precio es bajo y, en cambio, los seguros de vida te ofrecen enormes prestaciones para tus beneficiarios.
No hace falta morirse
Los seguros de vida cubren estas eventualidades que nos pueden pasar a todos. No salvan la vida al asegurado, pero sí a quien él decida, a quien más quiera. O puede que también al asegurado porque, además de cubrir el fallecimiento entregando una cantidad de dinero a los beneficiarios, también protegen al propio asegurado en caso de invalidez; es decir, un supuesto de vida en el que no podemos seguir generando ingresos, pero no fallecemos. En ese caso, nuestro seguro va a garantizarnos que podremos pagar nuestros cuidados; es decir, aunque estuviéramos solos en el universo, nos vendría bien tener un seguro de vida.
Tipos de seguros de vida
El seguro de vida más habitual es el de vida riesgo, que es el que comúnmente se denomina seguro de vida, sin más. Consiste en pagar una prima anual a una compañía de seguros a cambio de que esta, en caso de muerte del asegurado, entregue una cantidad de dinero, previamente acordada, a los beneficiarios que el asegurado designe o a sus herederos. Así de simple.
Este seguro de vida cubre, como hemos visto, la muerte y la supervivencia, o sus contingencias, como son la enfermedad o la invalidez. Se trata de que el seguro de vida compense estas situaciones y nos permita a nosotros o a los nuestros continuar con nuestro nivel de vida pase lo que pase.
Los seguros de vida pueden ser temporales o de vida entera.
Los seguros temporales son aquellos que se contratan para una situación determinada, por un tiempo o hasta una edad, por ejemplo, mientras dure el pago de una hipoteca, para un viaje, hasta que los hijos trabajen… La compañía de seguros se compromete a pagar una cantidad determinada si el asegurado fallece dentro del tiempo establecido.
Los seguros de vida entera tienen un importe fijo y da igual cuándo muera el asegurado: sus beneficiarios cobrarán. La compañía se compromete a pagarles un capital que les compense por la pérdida de ingresos que acarrea la muerte del asegurado, con el fin de poder pagar las deudas o hacer frente a sus gastos.
Las cantidades que debe pagar el asegurado varían en función del capital que quiera percibir en caso de supervivencia o que perciban los suyos en el supuesto de que él fallezca. También varía el precio de la póliza según la edad del asegurado. Esto es muy lógico: una persona joven tiene pocas posibilidades de morir, mientras que una persona mayor tiene cada día más papeletas.
Existen otras modalidades de seguros, como los de ahorro, que se contratan para la jubilación o para casos de invalidez, y que pueden cobrarse de una vez o en forma de rentas; hay también seguros mixtos, de rentas vitalicia o temporales…
Pero el seguro que de verdad nos interesa, el que debería ser obligatorio desde el punto de vista moral es el de vida riesgo, porque las desgracias ocurren cuando menos lo esperamos, y no solo a los demás. Sabemos de gente que un día se sube al coche y no vuelve o que estaba estupendamente en lo mejor de su vida cuando un cáncer… Entra en nuestro comparador y descubre qué poco te costaría ser responsable contigo mismo y con quienes te rodean.